miércoles, octubre 04, 2006

"Triste-orgullosa-alegría"

Recién se fue una amiga y compañera de mi oficina, al sentir sus pasos alejarse en degradé por el pasillo, me inundó una "triste-orgullosa-alegria", trilogía que podrían describir las emociones que se me presentaron.
Ella llegó con una corporalidad y rostro medió lugubre, la cashé apenas se dibujó su cuerpo en el umbral de la puerta, por eso le dijé: "puta que tenís gris el aura, ¿qué chucha te pasa?", como ella me conoce y acepta mi huasesco estilo de relacionarme me dijo con voz pastosa que estaba un poco resfriada y además cansada. Luego me contaría que había llegado hace poco del funeral de su abuelo, en Malleco, el que además había agonizado diez días, tiempo en que ella lo acompañó.
Cómo no empatizar con su pena, si mi Tata hace poquito también nos dejó.
Al respecto, es de perogrullo contarles las razones por las que uno se apena con tal pérdida, sin embargo, hay una especial, que yo descubrí hace poco, por que al hacerse cada vez mas latente el cancer que a mi Tata lo vencía, me dí cuenta con gran pesar que con él un Chile también se moría.
Si pues, estos viejos son de otra época, vivieron y experimentaron situaciones que nosotros jamás experimentaremos, a no ser que tomemos un circuto tuístico ad-hoc -y si es que alguien lo llega a crear-. Ellos nos regalaron su esfuerzo, para que hoy, sus nietos sean universitarios -o intento de serlo-, con sueldos de 6 ceros, preparados técnica e intelectualmente mucho mejor que el promedio nacional y la que mas valoro, con una mística que a regado ha toda la familia.
Mi Tata fue un obrero, de dos trabajos -distintos- diarios, pero en todos ellos destacó y rápidamente pasó de ayudante a maestro panificador o de palero a jefe de cuadrilla.
Me es imposible dejar de recordar cuando mi Tata nos contaba que junto a su hermano -con suerte tenían mas de 13 años los dos- cargaban hasta las varandas una carreta con leña o carbón, en el camino se turnaban para sentarse en algún escaso hueco que quedaba, mientras el otro dirigía a los bueyes y avanzando por un improvisado camino de tierra -imagino a mi Tata con la cara sucia y los mocos colgando- llegaban después de 24 horas a vender el combustible a Parral.
O esa vez que a los 15 añós viajó solo de Cauquenes a Talcahuano, para postular a la Marina, durmiendo en esa ciudad tres días sentado en un abandonado vagón de tren. Y por favor, consideren que los viajes en esa época no se hacían precisamente en conexiones de Tur Bus.
En la misma lógica evoco las humildes historias de infancia que me cuenta mi vieja, como cuando hiba obligada e imperdonablemente todos los días a misa de 6 -de la mañana- con su abuelita, donde consuecuencia del Latín y la hora, mi madre se quedaba dormida sentada o de pié en la helada Iglesia. Creo que si esto pasara hoy, por lo bajo le cae el GOPE a la abuela o madre desnaturalizada, con cobertura en los noticias de las 21:00 horas.
En su contexto mi Tata siempre tomó con esmero las oportunidades que la vida le dio, la gozó a concho y fue queridísimo, deciamos en su funeral que si fuera tradición pasear al difunto por todos los lados que estuvo, lo tendríamos que pasear un año entero. El se movió en un paisaje social y económico que se apaga como una velita, quizás aun podamos encontrar resabios de esa realidad, pero para nuestra familia es historia, una evolución natural, pero que procuramos adosar a la cadena de genes que nos caracteriza, esas vivencias son nuestras y cada vez que las recordamos, de seguro nos dan una "triste-orgullosa-alegría"... y tal vez, nos cae como ahora a mi, una lágrima.
PD: se que este blog lo lee tan sólo un grupo íntimo. Con ustedes comparto esta reflexión, por que en su calidad humana es que veo la calidad humana de sus familias.